Edgar Pastor Rosero en el Congreso de Normalización del Alfabeto Arabela. 2016. Fotografía: Walter Año Mendoza. Archivo: Ministerio de Educación.

ARABELA

FAMILIA ZÁPARO

Historia del hijo de Dios viviendo con humanos. Intérprete: Alfredo Pacaya Torrejón, Edgar Pastor Rosero y Ester Rosero Vásquez. Buena Vista, Loreto, 2012. Recopiladores: Vivian Wauters y Alfredo Pacaya. Archivo: Universidad de California, Berkeley.

Traducción del audio

Historia del hijo de Dios viviendo con humanos

Les quiero contar la historia de los arabelas, según lo que he escrito y tomando también datos de los antiguos, sobre un niño y cómo salió del hueco de la tierra. Así, cuentan los antiguos, como ellos dicen, que vivían con Dios, porque ellos no tenían otra imagen a quien adorar y creer como las demás culturas, que sabemos cómo eran, ya que adoraban a la boa y a algunos animales. Pero nuestros antiguos, no. Yo viví con ellos. Representaban hombres, como vuelvo a repetir, con bastantes llagas.

La historia dice esto:

¿Cómo salió el hijo de Dios de un hueco de tierra? Dios, en sueños, le dijo a un antepasado de los arabelas: “Tu mujer va a tener un hijo. Saldrá de un hueco hecho en la tierra”. Después del sueño, el hombre se despertó y le dijo a su mujer: “¡Ajá!, Tu bebé ya viene, ya vive. Así me dijo Dios en mis sueños. Vete a traerlo. Yo le vi cuando estaba saliendo de un hueco donde se hace la necesidad o el dos. Vete, mujer, a recogerlo. Párate un rato, al lado del hueco y espéralo”. La mujer se fue a buscar, a hacer el dos, miró el hueco y observó que una criatura salía y gritó: “¡Ay, un niño!”. El esposo corrió hacia ella, tomó al bebé en sus brazos exclamando: “¡Es mi bebé!, ¡es mi hijo!, ¡es hijo de Dios!”. Luego le hizo parar en el suelo y lo condujo caminando a su casa. Al llegar a su casa, le dijo: “Esta es la casa. Todo es tuyo”. Brindó con chicha de maíz. Luego le entregó una hamaca diciéndole: “En esta hamaca puedes dormir”.

Pasaba el tiempo y el niño crecía rápido. Crecía, crecía y crecía, pero su hamaca no se envejecía, siempre estaba nueva. Bueno, era hijo de Dios, ¿no? Al ver que su mamá sufría mucho trayendo agua, desde muy lejos, el hijo de Dios creó un río cerca de su casa. Un día, el río se represó hasta desbordarse, se rompió. Ante esto, su madre le dijo: “Hijito, tu pozo se ha reventado. ¡Corre, arregla la represa!”. Corrió el hijo hacia las aguas, corrió y reunió un poco de agua para formar un pozo que estuviera al alcance de su mamá. Al día siguiente, como todos los días, muy temprano, su mamá se dirigió al río a recoger agua. Muy cerca de la casa, encontró, en el lugar donde recogía agua, un pozo. Regresó a su casa y le dijo a su hijo: “¿Por qué está muy cerca el pozo? ¿Quién lo trasladó?”. Su hijo le respondió: “Está muy bien que esté muy cerca. Así no te cansarás mucho y traerás el agua más rápido”.

Otro día, la mamá le dijo a su hijo: “Ese lago, ¿ahí va a crecer, se hará grande y protegerá tu pozo?”.

“Sí, será la madre del pozo”, contestó el hijo. En otra oportunidad, la mamá vio sobre los palos caídos unos platos de barro que caminaban y se lanzaban al agua cuando alguien se acercaba. Entonces, preguntó a su hijo: “¿Qué son esos que se lanzan al pozo cuando alguien se le acerca?”. El hijo de Dios respondió: “Son los dueños del pozo. Están ahí para que te entreguen huevos para tu alimento”. “¿Estás bromeando, hijo?”, le contestó la mamá. “Yo no entiendo lo que estás haciendo”, le dijo la mamá al hijo de Dios. El hijo de Dios le dijo a su mamá: “Yo sí entiendo que tú no comprendas lo que yo estoy haciendo. Yo estoy haciendo todo lo que el hombre necesita para sobrevivir en la tierra. Estoy aquí para crear todo lo que ustedes y sus descendientes necesitan para vivir sobre la tierra”.

Muchos años después, el hijo de Dios estuvo con el pueblo cumpliendo su misión. Luego, desapareció y se cree que se fue a otra parte de la tierra a seguir creando las cosas para el servicio de la humanidad.

Traducción de Alfredo Pacaya Torrejón.