Kusipe. Madre de Dios, 2010. Fotografía: An Van Linden. Archivo: Yesica Patiachi Tayori.
Makawi o´po taka Wabognsik´ere. Intérprete y recopiladora: Yesica Patiachi Tayori.
Traducción del audio
El chamán Makawi y el taka Wabognsik
Es un cuento real del pueblo harakbut que narra sobre la hazaña de un chamán en Idnsikambu. Dos jóvenes harakbut fueron a pescar boquichicos en una playa. A las orillas de esa playa estaban flechando a los peces, a los boquichicos, pero no lograron matar ningún pez, solo caían sus escamas. Intentaban disparar con sus flechas a los demás peces, pero solo veían escamas y más escamas. Eso era porque los takas estaban cerca, por eso no morían los peces. El joven harakbut le dijo a su compañero: “Vamos, pueden haber takas por acá cerca. Vámonos”. “Espera. Vamos más allá”, le contestó su compañero.
El primer muchacho se adelantó, caminó por la playa y sin querer miró el pequeño monte que había en medio de la playa. Su cuerpo se estremeció al ver a los takas. Los takas son los enemigos de los harakbut. Ellos estaban escondidos entre los árboles. Entonces, disimuló y empezó a coger palosecos que había en la playa para llevarlos como leña. Cuando llegó el otro joven harakbut, le dijo con voz muy elevada: “Vamos, recoge leña. Nuestra gente dijo que acamparíamos más arriba”. “No dijeron eso”, le contestó el otro muchacho. El joven le guiñó el ojo indicando que los takas estaban cerca. Entonces, comprendiendo esto, también recogió más leña y continuaron avanzando.
Mientras tanto, los takas decían: “Mátalos ya”. Pero Wabognsik, el chamán de los takas, dijo: “No, déjalos ir, yo quiero luchar, quiero matar a mucha gente y estos son insignificantes para mí”. Los jóvenes, al percatarse que estaban lejos los takas, arrojaron las leñas y fueron corriendo a comunicar a su gente que Wabognsik estaba en camino. “Avísenle a Makawi”, dijeron.
Makawi estaba cazando aves en ese momento y le avisaron: “Wabognsik viene a enfrentarnos, tío”, le dijo su sobrina. “¿Qué? Espero que me haya traído algo, un huasaco quizá. Seguro que viene por mí. Adelántate, ahorita los alcanzo”, dijo Makawi. Luego, ya estaba donde su gente y ellos le dijeron: “Wabognsik está cerca y viene a matarnos”. “Sí, viene por mí”, dijo Makawi y se sentó.
Desde arriba, los harakbut vieron que los takas venían a pelear. Los takas, al ver que los muchachos habían huido, le siguieron, buscaron el camino, pero no lo encontraban. Wabognsik buscaba desesperadamente el camino. Como sabemos, los harakbut tenían un camino muy resguardado que solo ellos conocían, esto para evitar que los enemigos ataquen en cualquier momento. Wabognsik buscó el camino y, cuando lo encontró, subió hasta donde estaban los harakbut.
Makawi estaba sentado pero nadie le podía ver, gracias a que él era un chamán. A veces, podía transformarse en jaguar o en un ser invisible. Él sabía que iban a matar a Wabognsik, porque vio en sus sueños cómo iba a ser. Cuando mató un pajarillo, de pequeñito, Makawi soñó esa noche que ganaría esta guerra.
Los harakbut se caracterizan por interpretar sueños. Makawi, entonces, había esperado mucho tiempo para esto. Cuando vio a Wabognsik, le disparó con su flecha atravesando sus costillas. Cuando Wabognsik volteó, le dio otro flechazo en el pecho, Wabognsik vomitó sangre y dijo a su gente: “Váyanse. A mí me mataron, yo que soy el asesino de los harakbut, ustedes váyanse”, diciendo esto, murió Wabognsik.
Ellos luchaban al atardecer. Cuando los takas apenas subían para matarlos, los harakbut les disparaban con sus flechas. Lucharon hasta que se acabaron sus flechas y ganaron la guerra. Algunos takas sobrevivientes huyeron. Cuando amaneció, los harakbut fueron a recoger las flechas de los takas muertos. No había huellas ni rastro alguno de los enemigos takas. Buscaron el cuerpo de Wabognsik, pero no había nada. Pensaron que, posiblemente, los takas se habían llevado su cuerpo.
Al mediodía, con el calor del sol, un árbol de paka comenzó a secarse, sus hojas se cayeron, al ver esto, los harakbut destaparon la raíz del bambú y ahí hallaron su cuerpo. Estaba en posición sentada, un jaguar cuidaba el cuerpo de Wabognsik, era su espíritu. Los harakbut lo ahuyentaron y sacaron el cuerpo y le decían: “Ahora tú, el asesino de los harakbut, mátanos pues. Tú, Wabognsik, que casi exterminas a todas las comunidades del pueblo harakbut. Ahora, mátanos”. Le cortaron su miembro viril. Wabognsik tenía un machete. Lo habían enterrado con su machete y los harakbut querían cogerlo, pero Makawi, dijo: “¡No!, ese machete es para mí, yo merezco quedarme con el machete”, diciendo esto cogió el machete.
Así, Makawi mató a Wabognsik, y después dedicó esta canción para Wabognsik: “Al que terminaba a nuestra gente. Al asesino de nuestra gente harakbut yo lo maté, solo yo. Y ahora vienen tiempos de paz”. Desde entonces, la gente vivió en armonía. Así mató Makawi al sanguinario Wabognsik. Y Makawi pertenecía al clan Idnsikambu. Fue así como sucedió.
Traducción de Yesica Patiachi Tayori.