Los objetos y escenas se distribuyen en las siguientes categorías

Dios Padre, Dios Hijo, Dios Espíritu Santo, Dioses Montañas, Dios Inkarrí: mi pecho arde. Vosotros sois yo, yo soy vosotros, en el inagotable furor de este “Jet”.
No bajes a la tierra.
Sigue alzándote, vuela más todavía, hasta llegar al confín de los mundos que se multiplican hirviendo, eternamente. Móntate sobre ellos,
dios gloria, dios hombre.

José María Arguedas. Oda al jet, 1966.

Ese rato me acordé de un cuento que narró una vez mi tío Gumercindo, que faltando unos días para el fin de este mundo va a venir un alqamari con cabeza de cóndor y pies de llama a avisarnos a los runas, familias del Inka, para esperar listos el fin de este mundo. Y mi tío dijo:

— El Inkarrey, que está viviendo ahora en el Ukhu pacha, desde la vez que lo mató el señor cura Pizarro, va a salir ese día del fin de este mundo en alcance de los runas.

Gregorio Condori, Autobiografía. Recopilación y traducción de Ricardo Valderrama Fernández y Carmen Escalante Gutiérrez, 1976.

Mientras allí dormía, vino un zorro de la parte alta y vino también otro zorro de la parte baja; ambos se encontraron. El que vino de abajo preguntó al otro: “¿Cómo están los de arriba?” “Lo que debe estar bien, está bien –contestó el zorro – sólo un poderoso, que vive en Anchicocha, y que es también un sacro hombre que sabe de la verdad, que hace como si fuera un dios, está muy enfermo. Todos los amautas han ido a descubrir la causa de la enfermedad, pero ninguno ha podido hacerlo.

Dioses y hombres de Huarochirí, 1966.

i la emoción trepida sus motores
de angustia i de alegría
ante lo     n u e v o

2000 Kms. fuera de la
R    E    A    L    I    D    A    D
las antenas telepáticas
traen mensajes atrabiliarios

los contómetros señalan distancias

en los costados paralelos del presente

la muerte custodia

Magda Portal. Una esperanza i el mar, 1927.

El huaylas nació en Huancayo, en la época de los carnavales, que es cuando los jóvenes solteros se conocen y se enamoran. Por ello, esta danza también representa a la juventud.

Cuando tío Ramón le preguntó qué quería que le dejara al morir, mi padre respondió sin vacilar:

—Tu biblioteca.

Mientras tío Ramón vivió, mi padre iba regularmente a leer a su casa. Ya desde entonces se familiarizaba con un bien que algún día sería suyo. Como mi bisabuelo había sido un erudito, su biblioteca era la de un humanista y constituía la suma de lo que un hombre culto debía saber a fines del siglo XIX. Más que en la universidad, mi padre se formó a la vera de esa colección.

Julio Ramón Ribeyro. El polvo del saber, 1974.

Después aparecieron, día a día, gran cantidad de esos hermosos pájaros y construyeron sus nidos u olleros con paja y barro que, en un ir y venir constante, extraían de las canteras sagradas adonde solo Simbilac podría entrar. Hasta ahora, ese pájaro llamado Chilalo, cuando se le somete al cautiverio, se deja morir de rabia antes que perder su libertad.

Carlos Espinoza León. El alfarero rebelde, 2018.

En los pueblos originarios, muchas mujeres dedicadas al comercio o al arte adquieren libertad de decidir sobre distintos ámbitos de sus vidas y de esta manera rompen con lo convencional.

Isabel Oré. “Puru purucha”. Disco Registro Musical 1960-1963. Lima, Ministerio de Cultura, 2011.

—Ese puntito negro que está al medio es Justina. Y yo la quiero, mi corazón tiembla cuando ella se ríe, llora cuando sus ojos miran al Kutu. ¿Por qué pues me muero por ese puntito negro?

José María Arguedas. Warma kuyay, 1935.

Rustí... no supo cómo fue a parar dentro de las oscuras galerías de la mina, donde se quedó profundamente dormido. Cuando despertó habían pasado muchas horas. Junto a él vio un hombrecillo diminuto con la cara tiznada. ¿No adivináis quién era? Pues Muqui, el duendecillo de las minas, a quien los hombres sabios llaman gas letal. Es este un enanito juguetón y maligno.

-Ven conmigo- le dijo-pues te vas a divertir...

Rustí siguió por los laberintos de la mina y entonces vio como Muqui, andando de puntillas, iba de los hombres, apagándoles la luz, o los adormecía soplándoles en el rostro cuando se sentaban a descansar.

Carlota Carvallo. Rutsí, el pequeño alucinado, 1943.

El maguey es una planta que crece junto a las chacras o sembríos, por ello sirve para protegerlos, además tiene propiedades curativas.

Andrés Alencastre. “Amapolay”. Disco Registro Musical 1960-1963. Lima, Ministerio de Cultura, 2011.

Testimonio y canto. Cuando una madre muere dice “cuida bien a mi hija”. Recopilador:
Proyecto Kano-Warmayllu-UNMSM.

Muchas de las historias de explotación, muerte y destrucción en las comunidades amazónicas fueron explicadas en relatos o canciones donde aparecen seres mágicos o terroríficos.

¡Zumbayllu, zumbayllu! Repetí muchas veces el nombre, mientras oía el zumbido del trompo. Era como un coro de grandes tankayllus fijos en un sitio, prisioneros sobre el polvo. Y causaba alegría repetir esta palabra, tan semejante al nombre de los dulces insectos que desaparecían cantando en la luz.

José María Arguedas. Los ríos profundos, 1958.

Historia

puedes contarme cualquier cosa
creer no es importante
lo que importa es que al aire mueva tus labios
o que tus labios muevan el aire
que fabules tu historia tu cuerpo
a toda hora sin tregua
como una llama que a nada se parece
sino a una llama

Blanca Varela. Valses y otras falsas confesiones, 1964-1971.
Trio Yanahuara. Yaraví arequipeño. Palomita a dónde vas. Disco Ruegos, 2009.

Cuando la tierra estaba recién formada, los primeros habitantes no sabían qué cosas eran buenas para comer. Comían barro pensando que era todo lo que había. Hasta que un día, un niño árbol trajo las plantas cultivadas, las frutas y los peces. Se llamaba Jusiguna. Cuando nació, su madre lo dejó sobre la tierra tapado con una calabaza. Y cuando regresó a verlo al cabo del tercer día, encontró un árbol que le crecía del ombligo.

Rember Yahuarcani López. El sueño de Buinaima, 2015.

En esos tiempos, no se sabe bien de dónde, apareció un señor poderoso, fuerte y aguerrido. Lo llamaban Quismique, porque algunas veces parecía muy viejo. Pero otras veces se le había visto más joven. Casi siempre llevaba un sombrero con piel de serpientes. Decían que tenía poderes mágicos, que podía hablar con los dioses del mundo de arriba, que sabía tomar la forma de animales.
Este Quismique tenía un ayudante. Era una iguana de nombre Murrup. Cuando salían, lo hacían con un perro que se llamaba Fanun. Casi nunca se le veía sin estos compañeros.

Jülgen Golte. Los dioses de Sipan. Las aventuras del Dios Quismique y su ayudante Murrup, 1993.

Cada ser tiene su espacio, pero ninguno de ellos puede vivir independiente de los otros seres o sus recursos. Aquí están las casas donde moran los onanya, los curanderos que manejan las plantas medicinales. Meraya es el hombre que tiene mucho conocimiento y sabiduría espiritual.

Inin Metsa. Los cuatro mundos, 2019.

Despidan en mí un tiempo del Perú. He sido feliz en mis llantos y lanzazos, porque fueron por el Perú; he sido feliz con mis insuficiencias porque sentía el Perú en quechua y en castellano. Y el Perú ¿qué?: todas las naturalezas del mundo en su territorio, casi todas las clases de hombres. Esos ríos de “tanta y tan crecida hondura”, como ya lo sintió don Pedro Cieza mucho antes que se hicieran más profundos e intrincados… Y ese país en que están todas las clases de hombres y naturalezas yo lo dejo mientras hierve con las fuerzas de tantas sustancias diferentes que se revuelven para transformarse al cabo de una lucha sangrienta de siglos que ha empezado a romper, de veras, los hierros y tinieblas con que los tenían separados, sofrenándose. Despidan en mí a un tiempo del Perú cuyas raíces estarán siempre chupando jugo de la tierra para alimentar a los que viven en nuestra patria, en la que cualquier hombre no engrilletado y embrutecido por el egoísmo puede vivir, feliz, todas las patrias.

José María Arguedas. El zorro de arriba y el zorro de abajo, 1972.

José María Arguedas. “Lorito de las montañas”. Disco Arguedas canta y habla, Edición especial, Lima, Escuela Nacional Superior de Folklore José María Arguedas, 2018.

Y yo salgo a la calle a repartirme como obsequio.
Por las calles de mi país camino con un sonido.
Y soy un lugar con mucha luz,
          soy un aullante canto ambulatorio,
mi cuerpo está lleno de poemas y
salgo a la calle a repartirme como obsequio.

Juan Ramírez. Un par de vueltas por la realidad, 1971.

Y la [huaca] que hemos dicho que se llamaba Añasi o Añapaya viven en el fondo del lago [¿o del mar?]. Algunos dicen: “Ella fue Cahuillaca”. Otros dicen: “Es otra la que habita al borde del lago [¿o del mar?]; ésta [Añasi] vive en un abismo de rocas”.

Dioses y hombres de Huarochirí, 1966.

Dicen que Cuniraya Viracocha fue muy antiguo. Antes que él existiera no había nada en este mundo, dicen. Y fue él, creen, quien hizo las montañas, los árboles, los ríos, los animales de todas las clases y las chacras para que el hombre pudiera vivir. Por esta razón dicen de Cuniraya: “Fue el padre de Pariacaca. Sino hubiera sido hijo de él, lo habría tratado como a un perro”, afirman todos. A los otros pueblos, haciendo una u otra cosa, los subyugó.

Dioses y hombres de Huarochirí, 1966.

adoraban al búho por la hermosura de sus ojos y cabeza, y al murciélago por la sutileza de su vista, que les causaba mucha admiración que viese de noche. Y otras muchas aves adoraban como se les antojaba.

Garcilaso de la Vega. Comentarios reales, 1617.

Hamuyrac
hana chicac
Hurin chicac
Apo
Hinantima
Llutac
ticci capac
runavalpaclla
chunka muchaykusqayque
allcca nañiywan
chipic ñispa
ullpuscayque
ricullabay
mayucuna pacchakunari
piscucunari
callpallaticchihuay
hinantarac
cabarissiuay
llapan cuncaiquivanrac
munayllayquivanpas
yuyayuspalla
cochocullasun
Cosicullasun
ancha hinallatacha
rispa ñicusun.

Ven aún,
verdadero de arriba,
verdadero de abajo,
Señor,
del universo
el modelador.
Poder de todo lo existente,
único creador del hombre;
diez veces he de adorarte
con mis ojos manchados.
¡Qué resplandor!, diciendo
me prosternaré ante ti;
mírame, Señor, adviérteme.
Y vosotros, ríos y cataratas,
y vosotros, pájaros,
dadme vuestras fuerzas,
todo lo que podáis darme;
ayudadme a gritar
con vuestras gargantas,
aun con vuestros deseos,
y recordándolo todo
regocijémonos,
tengamos alegría;
y así, de este modo, henchidos,
yéndonos, nos iremos.

Himno recogido por Juan Santa Cruz Pachacuti en Antigüedades de este reino del Perú, ¿1613?

Porque es posible alcanzar cifras en geometrías sagradas
porque es posible arrebatar códigos de sogas alucinadas
            y viajar acompañados por estrellas o soles
                        atrapados en la fugacidad de intrépidos rayos.
Porque somos una antigua y sola voz,
            una liana trenzada bajo los incendios
desterrados o señalados por la belleza de los astros
           y su manto de presagio amamantándonos.

Ana Varela. Voces desde la orilla, 2000.

Vers. 44. Lee bien estas Khellkhas, tú, que has llegado a la Chinkhana; y sábete que son tierna flor de manojo de espinas.
Vers. 45. De no menos amargas Khellkhas, viene otra áurea leyenda del Laykha-khota: la de Manko-Khapak y Mama-Okllo, por el mismo Relámpago conducidos a la Sumak- llakta, la imperial ciudadela, donde del lodo crecía un oro sin venenos.

Gamaliel Churata. El pez de oro, 1957.

Cuando ha probado, no le ha gustado esa comida. “Eso no es comida, es tierra. Yo te voy a llevar donde mi chacra”. La llevó a la mujer a su chacra y allí había todo: papaya, camote, yuca, plátano, caña, piña, maíz, sachapapa. Le entregó todo y la viuda quedó muy contenta.
Con el palo de yuca ella empezó a hacer chacra y sembrar lo que le había dado; el paujil hacía que todo creciera. Así fue que el paujil enseñó a hacer chacra, porque la viuda sufrió muchos años por no tener nada que comer. Eso contaban los abuelos.

Pablo Silvano y Dora Silvano. Uesnid, el paujil, enseñó a hacer chacra. Mito Matsés, 2005.

La Purahua o Purawa es el espíritu y madre del río. Por lo general adopta la forma de una enorme boa que escasamente se deja ver por las personas. Habita las profundidades del río y sus pozas. […]
La Purawa es la madre de todas las gentes que lo habitan. Animales, kukamas, karuaras; todos. Es la razón por la que el río rebosa de peces de los que se alimentan personas y animales.
Dañar el río es dañar su espíritu. El petróleo derramado, la caza desmesurada y la tala ilegal, violentan a la Purawa, y cuando ella se va también se van todos los beneficios que trae.

Radio Ucamara. Purawa, 2021.